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  Insecto Aceitero
Uno de los insectos más famosos de España: Berberomeloe majalis, el más común de nuestros aceiteros, esos escarabajos enormes, de hasta 7 cm, que corretean en mayo por los tomillares, arrastrando su vietre exageradamente largo. Dicen que cuando tengamos en casa un grillo que no cante, para animarlo basta con echarle uno de estos insectos, y por eso en algunos sitios lo llaman curagrillos. Cuando lo molesten, Berberomeloe exudará un aceitoso líquido anaranjado: su propia sangre, cargada de un veneno llamado cantaridina. Si esta sustancia toca la piel, produce ampollas, y si es ingerida causa inflamaciones en el aparato urinario y de paso una erección, por lo cual antes se consideraba un afrodisíaco. Otros aceiteros ibéricos similares, los del género Meloe, tienen el ciclo vital más extraño de cuantos conozco. Las hembras de estos aceiteros llevan el abdomen repleto de miles de huevos, y deambulan a ras de tierra poniendo aquí y allá lotes de algunos centenares. De cada huevo nace una minúscula larva, pegajosa y de fuertes uñas triples, la larva triungulinum. Estas larvillas trepan por la hierba, se suben a una flor y allí se quedan quietas. En cuanto llega a la flor una abeja, las larvas rápidamente trepan a su cuerpo, agarrándosele al pelo con las uñas. Bien sujetas de este modo, viajan con la abeja hacia su nido subterráneo, hacia las celdillas cargadas de miel. Allí, en la oscuridad, cuando la abeja esté poniendo un huevo en una celdilla, entonces y solamente entonces, una sola larva de aceitero se bajará de ella. Quedará subida al huevo, que flota como una balsa en un mar de miel, ese líquido viscoso en el que la larva moriría pegada con sólo rozarlo. La abeja no repara en el tripulante del huevo, y sella la celda. Entonces la larva de aceitero se come el interior del huevo flotante, y dentro de la delgada cáscara se transforma en otra larva semejante a un gusano, que sí puede tomar miel y que crece y crece hasta llenar la celda. La odisea de los aceiteros Meloe resulta más compleja que la de los Berberomeloe, los cuales se han ahorrado el viaje a lomos de una abeja: sus larvas recorren el suelo a la búsqueda de un agujero de abeja solitaria. La larva se cuela dentro y allí se transforma en esa larva comedora de miel, en otro ejemplo más de esa hipermetamorfosis tan común en la familia de los aceiteros, los Meloideos. De hecho uno de estos escarabajos, el Sitaris, llevó a Fabre a descubrir la hipermetamorfosis, el desarrollo que implica larvas de más de una forma distinta, como ocurre con el propio aceitero o la mantispa, en otro orden de insectos. ¿Cómo habrá surgido el insólito ciclo vital de los Meloideos? Hay indicios de que el transporte a lomos de abeja (foresia) podría haber evolucionado varias veces independientemente dentro de esta familia. Si sucedió así, entonces la evolución no solo genera seres increíbles, sino que parece complacerse en ir más allá de nuestra imaginación una y otra vez.

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